El fin de semana estuve en mi casa, visitando a mi gente. No podía perder la oportunidad de jugar fútbol el sábado de noche, tras casi un mes en abstinencia. Hay tipos talentosos que pueden estar mucho tiempo parados y al volver a una cancha, ni se les nota la falta de fútbol. Parece como si siempre hubieran estado activos. Tristemente no es ese mi caso. A mi se me notó demasiado. Rocé el ridículo.
Además tuvimos la mala suerte de pegarle un pelotazo a un sistema para apagar incendios que existe en el gimnasio -y que inteligentemente pusieron al ladito de la cancha...- y empezó a saltar agua para todos lados. Tuvo que detenerse la pichanga y salir a buscar herramientas y materiales para solucionar el problema. Por cierto, también un balde y trapos para secar. Después de un laaargo rato se reanudó la acción, el partido siguió como venía y perdimos. Jugamos otro partido y de nuevo perdimos. Esa segunda caída fue más dolorosa, porque estuvimos a escasos minutos de ganar. Mi intolerancia a la derrota me llevó a lanzar con fuerza contra el suelo el que hoy en día es mi polerón favorito -por lo abrigador...-. Le hice pedazos el mecanismo de cierre.
Siento que la nube negra sobre mi cabeza no me quiere abandonar.
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4 comentarios:
Bueno Manomora, sólo falta un poco de práctica y eso es todo, como bien lo haz dicho cada persona se desempeña de una manera distinta. Ánimo mi estimado!!...
como se diria en Catalunya poc a poc i bona lletra, es decir poco a poco y buena letra, ya iras cogiendo el ritmo
abrazos
Por supuesto que se entiende el enojo. Perder en una pichanga no es como perder en cualquier cosa, es algo serio y profundo. Gracias a Dios fue solo tu polerón quien sufrió las consecuencias.
mente positiva mi amigo, tanto tiempo desaparecido
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